Veracruz acumula 18,973 contagios y 2,548 defunciones por covid-19 hasta este domingo 26 de julio, cifras verdaderamente alarmantes. En este contexto, el pasado jueves 23 de julio el gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez, con evidente desesperación, en una transmisión exclusiva del canal de televisión estatal, pidió a los veracruzanos “actuar responsablemente y hacer caso de todas las medidas dictadas por la autoridad sanitaria”, pues, hasta ese momento, el 64% de las camas para pacientes covid se encontraban ocupadas (actualmente el 66%) y su gobierno ya no tiene capacidad para seguir ampliando los espacios en los hospitales, pues ello, señaló el gobernador, va en detrimento de la atención a pacientes con otras enfermedades o accidentes que ya no encuentran espacio en los hospitales.
Tal declaración no fue más que un reconocimiento explícito de lo que los veracruzanos de a pie saben desde hace varios días: la pandemia en Veracruz, que llegó con tres semanas de retraso con respecto a la CDMX, ha entrado en la fase más crítica y, efectivamente, los hospitales y centros de salud ya no se dan abasto para atender a los enfermos y el personal médico se encuentra cansado y diezmado por el propio virus.
Quizá el cuadro que mejor retrató este oscuro panorama, fue el fallecimiento de un joven repartidor de comida en la ciudad de Xalapa el pasado 19 de julio, víctima de un accidente vial y que no recibió atención médica, pues fue rechazado en 6 clínicas y hospitales, pues éstos se encuentran saturados. Esta tragedia ocurrió en la capital del estado. La situación en los municipios más alejados del centro es mucho peor.
Lejos ya de las frases triunfalistas y las declaraciones presidenciales que cada semana decretan el fin de la pandemia, la realidad es que los más grave de la crisis apenas está iniciando, pues de acuerdo con el Instituto para la Métrica y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington el relajamiento en el distanciamiento social provocará, en el peor de los escenarios, hasta 18 mil fallecidos por el nuevo coronavirus en Veracruz. Una verdadera tragedia.
A estas alturas, es ocioso pedirle a la población que regrese al confinamiento, pues las mismas autoridades, al negarse a brindar apoyos económicos y/o alimentarios a la población que vive al día (que en el caso de Veracruz es el 70%), tuvieron que alentar el regreso a la “nueva normalidad” pues la población necesitaba llevar ingreso a sus hogares.
Sin embargo, también es criminal y malévolo cargar la culpa de que los hospitales estén saturados a la población, que es lo que sugiere el gobernador al apelar a la responsabilidad social de cada individuo. Cuitláhuac García, parece intentar lavarse las manos, como diciendo: “yo se los advertí, ustedes no escucharon, fue su culpa no mía”.
Pero eso no es del todo cierto, el Estado, es decir, el aparato de gobierno, tiene responsabilidades ineludibles, una de las cuales es, según el artículo 4to de la Constitución de la República, asegurar el acceso a la atención de la salud de los gobernados. Era obvio, que el regreso prematuro a la normalidad acarrearía un aumento considerable de contagios y fallecimientos, lo mínimo que se debía hacer ante esta situación era prepararse, contratando más personal y adquiriendo más equipamiento e insumos médicos.
Así pues, la circunstancia actual es resultado de la negligencia de un gobierno que no quiso invertir en salud (existen cientos de centros de salud inconclusos, sin médicos o equipamiento en todo el estado) y que se negó a brindar apoyo a los ciudadanos para que se guardara la cuarentena. Es la consecuencia de dejar al pueblo a su suerte.
Una vez más vemos como, ante un problema grave, el gobernador Cuitláhuac García y todo su gabinete se achican, se lavan las manos y se desentienden en una muestra de olímpica frivolidad. La mayor lección de la pandemia para los veracruzanos, debe ser: no volver a llevar al poder a improvisados e ignorantes, sin la mínima empatía por los problemas más apremiantes de los veracruzanos. Está en puerta una elección, ojalá todos reflexionemos mejor nuestro voto y se lo demos a quienes sí busquen el progreso y bienestar de todos, pero en particular de los más necesitados.
Y, mientras tanto, continúa el show.
Mientras la desgracia azota al país, el presidente López Obrador ha iniciado su campaña electoral de cara al 2021, en donde espera obtener para su partido la mayoría de los escaños en la Cámara de Diputados para seguir teniendo el control del presupuesto y poder manejarlo a su antojo.
Sin embargo, con su popularidad cayendo por abajo del 50% entre los mexicanos, el presidente ha tenido que recurrir a la construcción de tramas telenovelescas para intentar levantar su aceptación, por lo que no es ninguna “coincidencia” que en tan solo dos semanas se extraditara a Emilio Lozoya, se detuviera a César Duarte, se reviviera el tema Ayotzinapan e incluso se regresara el avión presidencial a México. De paso se distrae a la opinión pública de los temas que realmente importan como la crisis económica y sanitaria que atravesamos.
No nos engañemos, Emilio Lozoya Austin no destapará toda la corrupción del sexenio pasado, como hasta el momento se ha vendido la historia. Contará solo lo que al presidente López Obrador le convenga y señalará a los corruptos que el presidente considere un peligro para su proyecto electoral.
En todo este montaje, Lozoya solo asume un papel, cumplido éste, quedará en libertad. Ya se están generando las condiciones: primero, porque al llegar a México, en lugar de ser puesto a disposición de un juez federal, como lo exige la ley, fue trasladado a un hospital privado, con lo que se transgredió el debido proceso y se dieron argumentos a la defensa para alegar una violación procesal y bajo esa artimaña dejarlo en libertad y, segundo, porque ha trascendido que un juez le otorgó un amparo para que lleve su proceso en libertad.
Por ello, es indispensable que, en lugar de caer en el juego mediático y distractor del presidente, se continúe denunciando el mal manejo de la pandemia y todos los errores profundos y de concepción de este gobierno. Es urgente seguir llamando al pueblo a unirse en torno a un nuevo proyecto de nación, que busque generar una mejor vida para todos los mexicanos, eso es lo que importa. Lo otro, dejémoslo para las narcoseries de Netflix.
Comentarios