Álamo recuerda la tragedia de la inundación de 1999

VÁlamo, Veracruz | El 6 de octubre de 1999 quedó marcado en la memoria colectiva de Álamo, Veracruz, como uno de los episodios más trágicos de su historia reciente. Esa fecha, una creciente inesperada provocó una de las peores inundaciones que el municipio había visto desde las catastróficas crecidas de 1927 y 1955, tragedias que solo nuestros abuelos mencionaban con tristeza. Sin embargo, aquel fatídico día de 1999 volvió a poner a prueba la resistencia y solidaridad de los alamenses.

En aquel entonces, Ernesto Zedillo Ponce de León, del PRI, ocupaba la presidencia de la República, mientras que el alcalde de Álamo, José ‘Pepe’ Faisal, representaba al PRD. Pese a los esfuerzos del gobierno local y federal, la ciudad fue rápidamente inundada, afectando casi todas las colonias y negocios, incluido el icónico mercado municipal «Miguel Hidalgo», el cual sufrió pérdidas totales.

Las aguas desbordadas del río dejaron al municipio incomunicado, sin acceso a servicios básicos como agua, luz o teléfono. Familias en otros estados y municipios cercanos vivieron horas de angustia, temiendo que Álamo hubiera sido literalmente borrado del mapa. Muchos recordarán cómo sus seres queridos, atrapados en la segunda planta de sus casas, en los techos de lámina o incluso en lo alto de los árboles, fueron rescatados por las valientes fuerzas del Ejército Mexicano. Sin embargo, las cifras oficiales nunca lograron precisar cuántas personas desaparecieron en realidad durante la tragedia.

La agricultura y la ganadería, pilares de la economía local, quedaron devastadas. Las pérdidas fueron innumerables y, para la población, el miedo creció cuando surgieron rumores sobre la posible apertura de las compuertas de las presas cercanas, lo que podría haber causado un desastre aún mayor. A su vez, la ciudad tembló cuando un enorme árbol de álamo cayó sobre el puente «José López Portillo», amenazando con dejar completamente aislado al municipio.

Pero entre el caos, surgió también el espíritu solidario de los alamenses. Las comunidades vecinas, que no habían sido afectadas por la inundación, fueron las primeras en llegar con ayuda: comida caliente, ropa y víveres, que fueron distribuidos sin distinción entre conocidos y desconocidos, ricos y pobres. El pueblo de Álamo demostró su unidad y compasión, aunque, lamentablemente, no faltaron los aprovechados. En medio de la tragedia, tortillerías elevaron el precio del kilo de tortilla a niveles exorbitantes y establecimientos como Súper Alán vendieron productos en mal estado a la ciudadanía.

A pesar de la desgracia, Álamo supo levantarse. Aunque con sobriedad, muchas familias celebraron el Día de Todos Santos ese año, colocando tamales y flores en sus altares en agradecimiento por haber sobrevivido. La fe en Dios nunca se perdió, y esa devoción fue clave en la rápida recuperación del municipio.

Hoy, 25 años después, quienes vivimos esa pesadilla recordamos no solo el dolor y la desesperación, sino también las lecciones de vida que nos dejó. Álamo sigue en pie, con el mismo valor y solidaridad que nos caracteriza. Y para aquellos que no estuvieron presentes en la creciente de 1999, queda la pregunta: ¿Dónde estabas cuando Álamo enfrentó una de sus pruebas más difíciles?