La corrupción somos todos
Todos los actuales candidatos prometen combatir la corrupción. Es un punto importante dentro de sus propuestas políticas. Y asumiendo que sea una propuesta honesta, derivada de un honesto deseo de bienestar social de parte de una persona honesta que por la razón que sea ha sido investida como líder de un grupo político queda en el aire la pregunta: ¿Cómo le va a hacer?
Si hacemos una retrospección hacía los orígenes del pueblo mexicano podremos vislumbrar que los actos corruptos llevan mucho tiempo como parte de nuestra idiosincrasia.
Guillermo Marín, en su obra “La corrupción en México. Una estrategia de resistencia cultural”1, indica que el primer gran acontecimiento nefasto en nuestra historia es la caída de Quetzalcóatl, con la que empezó el decaimiento de la filosofía espiritual con la que se regían los habitantes de Anáhuac. Los aztecas sustituyeron esa filosofía con una doctrina místico-guerrera-materialista simbolizada por Huitzilopochtli. La conquista por los españoles, hombres rebeldes, desobedientes de leyes, prófugos de la justicia, que solo perseguían el enriquecimiento rápido sin preocuparse por formar una nación en la Nueva España propició la mezcla de dos sociedades corruptas2.
Cortés instauró un sistema de encomiendas3 en el cual 500 burdos, ambiciosos, inmorales, incultos e ignorantes soldados españoles quedaron a cargo de otros tantos pueblos indígenas desvalorizados y sin identidad propia y cada encomendero dominaba a plenitud su señorío, como una especie de Rey local. Así, podía atacar cualquier insubordinación incluso de los caciques que prevalecían desde la época prehispánica a quienes en algunos casos nombraron como auxiliares para la recolección de los tributos y los dotaron de armas y caballos para su mejor desempeño.
Pero con este sistema el pueblo burlaba el pago de tributos tanto a la Corona como a los encomenderos mediante dádivas a esos auxiliares. El tamaño del territorio y lo difícil de las comunicaciones hicieron muy sencillo evadir los procedimientos legales.
Luego, el Virreinato creó las alcabalas (aduanas interiores) donde se pagaba una cuota por pasar con mercancía para comerciar y los encargados de esos puestos también se quedaban con los sobornos.
Incluso el primer Virrey, Antonio de Mendoza, fue acusado de recibir regalos por parte de los encomenderos para aumentar sus beneficios o acrecentar sus territorios y de embolsarse dos mil ducados de oro anuales durante los 19 años de su gobierno que habían sido asignados por el Rey para los salarios de las personas que estaban a cargo de su cuidado.
Esta mezcla de valores degradados de los indígenas y valores tergiversados de los españoles fue el caldo de cultivo para la corrupción en ambos lados quedando como el material que cimentaría la futura nación. Se negó la cultura indígena pero no se trasplantó la española. Estando así, los ideales del movimiento armado de 1810 por fuerza también se ven corrompidos. Se trataba de eliminar a los corruptos peninsulares para ejercer corruptamente el poder y enriquecerse rápidamente. Ahora los criollos pasan a ser los depredadores de los pueblos indígenas y sus recursos naturales en una total ilegitimidad y fuera de la voluntad sustentadora del pueblo indígena.
Los acontecimientos después de la Independencia son más conocidos: luchas de poder entre liberales y conservadores, levantamientos armados por caudillos inconformes, la instauración de una dictadura (mediante sucesivas y fraudulentas reelecciones), la consiguiente Revolución Mexicana y todos los hechos, a veces sangrientos, que han llevado a la nación al estado en que se encuentra ahora.
Pero con los antecedentes descritos, es evidente que toda la historia de México está amalgamada con la corrupción como una consecuencia de la falta de valores e identidad presente desde el colapso de la cultura mesoamericana en el período Clásico Superior.
Así que, retomando la pregunta formulada en el primer párrafo, cualquier persona que trate de eliminar esta característica del mexicano se topará con un obstáculo gigantesco, porque mientras en los discursos se pueda tener una postura de rechazo, en la realidad y fuera de la vista pública se tolera, se justifica y hasta se promueve. El ciudadano común lo acepta, parcial o totalmente, porque es parte del diario vivir, como lo ha sido por siglos.
La única forma de provocar un cambio en este rubro es aceptando que carecemos de ese valor y por consiguiente adoptarlo como norma en la vida cotidiana. Hacer un autoanálisis de los motivos que nos impulsan a practicar actos corruptos (usualmente es el deseo de la posesión material) y evaluar si el fin justifica los medios, tomando en cuenta que un acto de corrupción, por pequeño que sea, derivará en otros de mayor trascendencia y sobre todo, considerar seriamente el legado moral que se le dejará a las siguientes generaciones (hijos y nietos), recordando que los niños que vean la corrupción como algo normal, crecerán y serán más corruptos que los padres.
La actual generación de altos gobernantes acusados de corrupción es prueba fehaciente de lo último.
Luciano García
Twitter: @Luciano__Garcia
Foto: proceso.com.mx
- Guillermo Marín – https://es.wikisource.org/wiki/La_Corrupción_en_México._Una_estrategia_de_resistencia_cultural
- David Gómez Salas – http://blogs.monografias.com/noticiencias/2010/05/13/la-corrupcion-en-mexico-por-david-gomez-salas/
- Jorge Baz García de León – http://exploramex.com/epocaColonial/Origenescorrupcion.htm
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